EL CLUB DE LAS 5 CASAS
¿Conocen a alguien que coleccione casas?
Seguro que sí.
Y, ¿conocen a alguien que coleccione a gente que colecciona casas?
Seguro que no.
Pues, eso era antes. Ahora, ya conocen a alguien, a mí.
Todo empezó en un vino español que se ofrecía tras una entrega de
premios. Allí, coincidí con la interventora de un banco del centro de la ciudad
a la que conocía de vista. Cinco vinos después, aquella mujer empezó a contarme
la vida y finanzas de todas las fortunas de la ciudad.
A un año de jubilarse, la
pobre estaba amargadísima. Llevaba 30 años obsesionada por controlar el más
mínimo cambio en la situación patrimonial de los clientes del banco. Tenía un
histórico de datos impresionante. Y lo más sorprendente, tenía una teoría.
Llevo 30 años punteando sus cuentas y sus tarjetas – me decía,
apurando la copa - ¿y qué descubro?
¿Qué? – pregunté yo intrigada.
¡Qué los ricos no comen! – dijo en un susurro, como si fuera algo
confidencial.
¡No puede ser!, pero ¿por qué? – pregunté yo, más intrigada
todavía.
Los ricos – hizo una pausa dramática y me miró fijamente - no se
pueden permitir comer nada, más allá de una pechuga de pollo y un yogur de
piña, porque necesitan dinero para ser ricos. ¡Ser rico es carísimo! –
sentenció, mirando al infinito –. La culpa es de las casas, las casas son
carísimas y mantenerlas cuesta otra fortuna. ¡Y todos tienen por los menos 5!
En fin, In vino veritas.
Aquella conversación me impresionó tanto que perdí la fe en el
secreto bancario.
Les aseguro que el secreto bancario no existe, es sólo una ilusión,
¡todo se sabe!
Totalmente intrigada por comprobar la validez de aquella teoría, decidí
empezar una colección, la de miembros de “El Club de las 5 Casas”.
Las 5 casas dan sentido a la vida de los miembros de este selecto
club.
Suelen dedicar la primera mitad de su vida a comprarlas, y la segunda
a ajustar sus gastos para no tener que venderlas.
En este club hay fanáticos de las reformas que están enganchados a
tirar tabiques y a decorar interiores, inversores tradicionales, y herederos que
no las venden, porque no encuentran comprador o porque se sienten en la
obligación de conservarlas.
Sea cual sea el motivo para coleccionar, todos ellos son fáciles de reconocer porque no pueden evitar hablar de sus casas, y sólo de sus casas, día y noche.
Llevo ya años con esta colección y sigo tan desconcertada como
cuando la empecé.
No hemos cambiado tanto desde El Paleolítico, seguimos viviendo en
cuevas, pero yo esto de “la acumulación de cuevas” no lo puedo entender.
Lo que sí he descubierto, es que las casas tienen un componente
emocional, son algo más que un montón de ladrillos.
Una casa puede romper una pareja y una familia. De hecho, una
familia es lo que queda después de una herencia, a menudo, por culpa de una
casa.
Escuché a un enólogo contar que lo más triste de su profesión era
cuando unos herederos le contrataban para tasar una colección de vinos y venderla.
Lo pasaba mal porque no podía dejar de pensar en el dueño de
aquellos vinos, y en que nunca había llegado a disfrutarlos.
¡Beban sus vinos – decía emocionado –, no los coleccionen! De lo
contrario, alguien acabará bebiéndose sus botellas cuando ustedes mueran.
Querido coleccionista de El Club, aunque su colección de casas sea
maravillosa, empiece hoy mismo a deshacerse de alguna de ellas.
¡Sea espléndido! Y, en lo posible, comparta sus ganancias.
El ladrillo es muy frío.
Rectifique el rumbo, si no quiere acaban sólo y abrazado a sus
escrituras de propiedad.
Procure ser recordado por algo más, que por ser un simple coleccionista
de casas.
Construya en torno a usted una comunidad de personas de confianza
con las que compartir su vida, y no una urbanización.
¡Abandone El Club!, ¡Hágalo con elegancia y con determinación!
Recuerde que, de lo contrario, tarde o temprano… ¡Alguien acabará
bebiéndose sus botellas!
Queridos lectores, la música es importante en mi vida. De hecho, en el "mundo muggle" trabajo en una orquesta sinfónica. Lo cuento en "Pregúntale al oráculo!".
Por eso, quiero ponerle una banda sonora a este texto, la de la cabecera
de la serie Falcon Crest que en algunos países de Hispanoamérica se llamó “Viñas
de odio” (me encanta este nombre).
Especialmente, me gusta la cabecera de la primera temporada porque para mí
tiene el arreglo más brillante (tuvo 9 temporadas y las cabeceras tienen
arreglos distintos).
Mi personaje favorito es la inolvidable, taimada, malísima, y maravillosa
Angela Channing, dura entre las duras, Angela gobernaba a su familia de viticultores
Los Gioberti con mano de hierro a cualquier precio.
Los guiones eran buenísimos y los personajes, sufrían accidentes tras
los que perdían la memoria, morían, y sobre todo resucitaban en las temporadas
siguientes con una facilidad fascinante.
Escuchar la música de la cabecera mientras las imágenes nos presentan
a los protagonistas copa en mano, y la cámara sobrevuela los viñedos del Valle
de Napa en California es una maravilla. Un lujo total.
Yo en el Valle de Napa, si pudiera, sí que coleccionaría 5 casas
incluso 5 viñedos, y creo que me sería muy difícil venderlas, tal como yo
aconsejo a los miembros de El Club… ¡En fin, nadie es perfecto!
📷 Foto 2: la maravillosa actriz Jane Wyman en el papel de Angela Channing
📷 Foto 3: Mercedes Channing, 2025. Archivo personal de @mercedeshernandopastor
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Sorprendentemente Mercedes conozco a una coleccionista de casas; es decir, haberlas haylas, que diría mi familia en Lugo.
ResponderEliminarPero bueno, Carlos. Entonces me la tienes que presentar para añadirla a mi colección de El Club! 😁 Suelen ser muy buenos anfitriones, y les encanta enseñarte sus casas y contarte cómo empezaron la colección. Me encanta escucharles!
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